Pocas palabras tienen una diversidad semántica tan notable en el habla de los mexicanos, aunque muchos de sus significados son abiertamente contradictorios.
“Vale madres”, por ejemplo, quiere decir que algo no tiene valor o estima. “A toda madre” es, en cambio, un superlativo de calidad o bienestar. “En la madre” describe las consecuencias de un golpe contundente real o figurado.
“Madrecita” es un término de respeto para una mujer que ya no es propiamente madre sino abuelita o quizá para una monja que no tiene hijos. “Mamacita”, en cambio, es una expresión irrespetuosa dirigida a una mujer, usualmente joven y que no ha sido madre, pero que tiene los atractivos físicos como para que no falten candidatos que le quieran ayudar a serlo.
“Madre patria” es un terruño que no es en realidad el nuestro sino el de los españoles; en otras palabras, como dirían por allá, es “la madre que nos parió”. “Desmadre” era originalmente la corriente de un río que se sale de la “madre”, o sea de su cauce; pero nosotros empleamos la voz para designar un comportamiento que abandona el marco de lo socialmente aceptable.
“Madrearse”, que originalmente quería decir hacerse hebras y se refería especialmente al vino o la levadura, es en México tener un pleito a golpes. “Partirle la madre” a alguien, por otra parte, no tiene nada que ver con la autora de sus días sino que significa propinarle una golpiza.
Decir “puras madres” no se refiere a hablar de algunas madres que son puras de cuerpo y alma sino expresar sandeces. “Desmadrar”, que en su sentido original es separar a la madre de las crías de ganado para el destete, es para los mexicanos romper el orden de algo o agredir a una persona. Una “madrota” no es una madre muy grande o muy gorda sino más bien la regenta de unas prostitutas o de un burdel.
Un “madral” no es una manifestación de madres que protestan por la reforma educativa sino un montón de cualquier cosa. Si yo voy por la Autopista del Sol “hecho la madre”, por otra parte, no es que vaya embarazado sino a toda velocidad para pasar por Chilpancingo antes del bloqueo. Si alguna cosa o persona está de “poca madre”, por otra parte, no quiere decir que tenga pocos méritos sino todo lo contrario.
“Madre” es la palabra correcta para referirse o dirigirse a nuestra progenitora; pero los mexicanos, tan dados a los diminutivos, la sentimos agresiva, dura, falta de respeto. Por eso empleamos el eufemismo “mamá”, una voz coloquial de origen francés que en otros lugares de habla española se usa nada más en el lenguaje infantil o en las conversaciones privadas. También recurrimos a “madrecitas” cuando nos queremos referir a las “madres” en general; la razón es que la palabra correcta, por sí sola, nos choca.
Quizá la esquizofrénica variedad de significados de “madre” y sus derivados en nuestro País sea producto de la ambigüedad de la relación con nuestras madres. Esa sufrida madre mexicana que celebramos el 10 de Mayo es una figura que hace mucho dista de la realidad. Las madres mexicanas de hoy son, con frecuencia, dinámicas y seductoras, sensuales e inteligentes, y sobre todo muy trabajadoras. El 71.6% de las mujeres mexicanas de más de 15 años ha sido madre cuando menos una vez. El 44.1% de éstas trabaja fuera del hogar y el 97.9% realiza además labores domésticas. Hay razones para pensar que son el sustento de un país en el que se admira aún la holgazanería.
Pero ni madres, esto ya no es aceptable. Por eso debemos festejar a las madres no sólo en este 10 de mayo sino todos los días, ya que realmente son a toda madre.
“Vale madres”, por ejemplo, quiere decir que algo no tiene valor o estima. “A toda madre” es, en cambio, un superlativo de calidad o bienestar. “En la madre” describe las consecuencias de un golpe contundente real o figurado.
“Madrecita” es un término de respeto para una mujer que ya no es propiamente madre sino abuelita o quizá para una monja que no tiene hijos. “Mamacita”, en cambio, es una expresión irrespetuosa dirigida a una mujer, usualmente joven y que no ha sido madre, pero que tiene los atractivos físicos como para que no falten candidatos que le quieran ayudar a serlo.
“Madre patria” es un terruño que no es en realidad el nuestro sino el de los españoles; en otras palabras, como dirían por allá, es “la madre que nos parió”. “Desmadre” era originalmente la corriente de un río que se sale de la “madre”, o sea de su cauce; pero nosotros empleamos la voz para designar un comportamiento que abandona el marco de lo socialmente aceptable.
“Madrearse”, que originalmente quería decir hacerse hebras y se refería especialmente al vino o la levadura, es en México tener un pleito a golpes. “Partirle la madre” a alguien, por otra parte, no tiene nada que ver con la autora de sus días sino que significa propinarle una golpiza.
Decir “puras madres” no se refiere a hablar de algunas madres que son puras de cuerpo y alma sino expresar sandeces. “Desmadrar”, que en su sentido original es separar a la madre de las crías de ganado para el destete, es para los mexicanos romper el orden de algo o agredir a una persona. Una “madrota” no es una madre muy grande o muy gorda sino más bien la regenta de unas prostitutas o de un burdel.
Un “madral” no es una manifestación de madres que protestan por la reforma educativa sino un montón de cualquier cosa. Si yo voy por la Autopista del Sol “hecho la madre”, por otra parte, no es que vaya embarazado sino a toda velocidad para pasar por Chilpancingo antes del bloqueo. Si alguna cosa o persona está de “poca madre”, por otra parte, no quiere decir que tenga pocos méritos sino todo lo contrario.
“Madre” es la palabra correcta para referirse o dirigirse a nuestra progenitora; pero los mexicanos, tan dados a los diminutivos, la sentimos agresiva, dura, falta de respeto. Por eso empleamos el eufemismo “mamá”, una voz coloquial de origen francés que en otros lugares de habla española se usa nada más en el lenguaje infantil o en las conversaciones privadas. También recurrimos a “madrecitas” cuando nos queremos referir a las “madres” en general; la razón es que la palabra correcta, por sí sola, nos choca.
Quizá la esquizofrénica variedad de significados de “madre” y sus derivados en nuestro País sea producto de la ambigüedad de la relación con nuestras madres. Esa sufrida madre mexicana que celebramos el 10 de Mayo es una figura que hace mucho dista de la realidad. Las madres mexicanas de hoy son, con frecuencia, dinámicas y seductoras, sensuales e inteligentes, y sobre todo muy trabajadoras. El 71.6% de las mujeres mexicanas de más de 15 años ha sido madre cuando menos una vez. El 44.1% de éstas trabaja fuera del hogar y el 97.9% realiza además labores domésticas. Hay razones para pensar que son el sustento de un país en el que se admira aún la holgazanería.
Pero ni madres, esto ya no es aceptable. Por eso debemos festejar a las madres no sólo en este 10 de mayo sino todos los días, ya que realmente son a toda madre.
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